domingo, 10 de enero de 2010

SE CURA CON BESITOS

                                     Abuela educadora en la fe

Una animosa conversación, incluido cariñoso recordatorio de que “estamos en la iglesia”, anunciaron la presencia de la abuela y de tres nietos que se acercaron hasta el belén parroquial. Después, un silencio contemplativo y observador de dos niñas (tres años la mayor) y un niño más pequeño.

Fue la abuela quien dijo “estamos viendo los belenes y las niñas cantan villancicos”. Y cantaron. “Campana sobre campana…” “Tu no cantes”, decía la mayor. Y la abuela: “que sí, ella también”. Termina el villancico y sigue la entusiasmada localización y reconocimiento de figuras y personajes. Es verdad que el belén popular tiene su peculiar lógica integradora de representación más allá de proporciones y de ajustes históricos. Nada que ver sobre el tamaño de las castañas en relación con las castañeras, ni de las fresas y cerezas.

Todo era alegre y pacíficamente acogido y señalado. ¡Ah! Con los reyes sí llegaron las preguntas y el diálogo con la abuela: que por qué están ahí, cuándo bajan, por qué vienen de ese lado, dónde está Oriente. ¿Qué son esas cajas que llevan? (Son para los regalos). ¡Son muy pequeñas! (Ahí tienen solo lo que traen a Jesús…).

Finalmente, la abuela consideró que era momento oportuno de seguir camino de otro belén. “Nos despedimos de Jesús y nos vamos”. Pero entonces llega el descubrimiento. La nieta había levantado los ojos y estaba mirando la imagen del crucificado, ya que el belén está situado a los pies del retablo en el que se encuentra la imagen del venerado como “Cristo de la buena muerte”.

“Está sucio…” Nos miramos la abuela y yo. Señala con su mano la nieta: “la rodilla”. “Es que se cayó” y la abuela me dice “todo tiene su momento, ya habrá ocasión…” Pero la niña seguía con su particular interés y se vuelve a mí para que la levante en brazos. Y así, más cerca de la imagen, señala con el dedo y exclama: “¡es sangre!”. Y, seguidamente, con decisión: “¡Vamos a curarlo!”. Es el momento de la abuela. Tranquila, cariñosamente: “Si, mi niña, tírale unos besitos que así se cura…”

La Encarnación, la Pasión del Señor, la ternura del Niño Dios, el amor que da vida entregando su vida… Todo tendrá su momento para ser ampliado y explicado, pero ¡qué bien la abuela en la educación en la fe de sus nietos! ¡Qué bueno el valor de los “besitos que curan.
                                                                                                                                               Victoriano

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