martes, 12 de abril de 2011

LA TRAGEDIA DEL PARO


Hay una dramática realidad que todos conocemos y a la que no debemos  acostumbrarnos. A ella, aunque sea brevemente,  queremos referirnos para  remover un poco la conciencia, la nuestra en primer lugar, y para alzar la voz contra una situación que está deviniendo insostenible para muchas familias.  

En España estamos llegando a los cinco millones de parados; en Extremadura se calcula más de 124.000 personas sin trabajo: son ya varios los años en que el incremento de la cifra no cesa; y las previsiones para los próximos años no son nada halagüeñas. Las voces más realistas avanzan la necesidad del transcurso de varios años para volver a niveles de ocupación de tiempos pasados. La situación de paro siempre es un drama. Pero al acumularse los meses y años en  esa situación,  cuando se reduce cada vez más la cobertura de las prestaciones por desempleo hasta convertirse en mínimamente asistenciales,  si acaso no desaparecen sin más; cuando no se atisban perspectivas de salir de la situación y cunde la desesperanza; cuando llega a afectar a tantas personas, y en numerosos casos a familias completas, estamos hablando de una verdadera tragedia ante la que no podemos acostumbrarnos ni permanecer insensibles. 

Hay toda una generación de jóvenes con un futuro sombrío. A ello se une que muchos de ellos carecen de la preparación adecuada para obtener un trabajo distinto al que proporcionaban sectores de actividad que como la construcción han venido absorbiendo a un gran colectivo de nuestra sociedad. 

Es toda una emergencia ante la que debemos situarnos en actitud de solidaridad, denuncia , de exigencia a los representantes públicos, de colaboración de todos en la medida de nuestras pequeñas o grandes posibilidades. Cierto que ahí está la gran labor, en gran parte callada, de Cáritas. Pero la situación nos sigue interpelando a todos los cristianos de forma comunitaria e individual. Todos hemos de situarnos de forma crítica, desde nuestra conciencia evangélica, desde la luz de la doctrina social de la Iglesia,  ante la situación. 

Porque todo ser humano tiene derecho a vivir en dignidad, a formar una familia y crear un ámbito de relación interpersonal donde amar y ser amado, y para ello es preciso lograr un mínimo bienestar y oportunidades para desarrollar su potencial y habilidades para el logro de una vida plena y feliz,  que ahora mismo a muchos de nuestros hermanos la situación de crisis les niega.

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