Por nuestra sola experiencia, acumulamos clara conciencia del valor y riqueza
inconmensurable que constituye la familia. Y así lo manifestamos en nuestra
vida y en nuestras celebraciones. Nuestra fe, nuestra
identidad cristiana nacida del encuentro con el Dios hecho hombre en
Jesucristo, que quiso nacer en el seno de la familia de Nazaret, eleva e
intensifica nuestra valoración y compromiso por la familia. Por eso, nuestra liturgia incluye cada
año una Jornada a la Familia, con motivo de la solemnidad de la Sagrada
Familia.
En la fecha de hoy, 15 de mayo, nos complace unirnos a
la celebración del Día Internacional de la Familia, para tributarle un
sentido y cálido homenaje. Esta
fecha fue proclamada en 1993 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, haciéndose eco de la importancia
que la comunidad internacional otorga a
la familia, como elemento
de recuerdo, cuidado, celebración…
La familia es la comunidad fundamentada sobre el
compromiso de hombre-mujer para asumir y vivir su vida desde un proyecto
común. La familia es una comunidad de
amor que genera vida de todo tipo, tanto a nivel físico o biológico como a
nivel espiritual, social, relacional, siendo los hijos su fruto más. La
familia es la más íntima y profunda
sociedad natural, fundada sobre el matrimonio, y que se va construyendo día a día. En el caldo
del cultivo del amor es donde todos los miembros de la familia encuentran
cobijo en los momentos de desgaste o hundimiento. En la familia se encuentra
todo lo que la persona necesita por la gratuidad, por la fidelidad entre ellos,
por la naturalidad con la que uno la siente y el sentimiento de pertenencia que
ha desarrollado y que le permite decir: mi familia, los míos, mi padre, mi
hijo, mi abuelo, nuestro nieto, mi mujer, mi marido, etcétera.
En 2006, el Papa Benedicto XVI decía que la familia es un
“patrimonio de la humanidad, una institución social fundamental; es la célula
vital y la base de la sociedad y esto interesa a todos, creyentes y no
creyentes”. “La familia es una realidad que todos los Estados deben tener en
máxima consideración, porque el futuro de la humanidad pasa por la familia”. Del beato Juan Pablo II conservamos numerosos
documentos y llamadas de atención sobre el tesoro de la familia, como por
ejemplo: "Es
preciso redescubrir la verdad, la bondad y la belleza de la institución
matrimonial que, al ser obra de Dios mismo a través de la naturaleza humana y
de la libertad del consentimiento de los cónyuges, permanece como realidad
personal indisoluble, como vínculo de justicia y amor, unido desde siempre al
designio de la salvación y elevado en la plenitud de los tiempos a la dignidad
de sacramento cristiano. Esta es la realidad que la Iglesia y el mundo deben
favorecer. Este es el verdadero favor del matrimonio." En múltiples
ocasiones repitió palabras como estas:
"¡El futuro de la humanidad se construye en la familia! Por consiguiente
es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por
salvar y promover los valores y exigencias de la familia".
La
familia es un patrimonio de la
humanidad, la agrupación humana primordial, un modelo para todas las demás
formas de convivencia humana, siendo un bien para la sociedad y una institución
natural anterior a cualquier otra, incluida la del Estado. Bien ha podido ser
declarada como tal, ya que no hay ninguna institución que
tenga el alcance, la incidencia, la extensión, la función, la fecundidad que da
la familia.
Al tributar nuestro homenaje a la familia, elevamos
los ojos, alabanza y gratitud hasta nuestro Padre Dios para agradecerle el don
de la familia, en el que de verdad nos reconocemos creados a su imagen y
semejanza.
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