lunes, 26 de abril de 2010

ESPIRITUALIDAD CONYUGAL

Ayer, en la reunión con los matrimonios hermanos de nuestro Equipo de Nuestra Señora, reflexionábamos sobre la espiritualidad conyugal. Este movimiento basa su carisma precisamente en el cultivo de esta espiritualidad. Parecería, por tanto, que es algo connatural a nuestro vivir cristiano. Pero todos sabemos que el crecimiento en la fe, como en otros ámbitos, es siempre lento, de pequeños pasos, de retrocesos incluso, pero con la mira siempre puesta en el Señor que nos ha llamado, en pareja, a vivir la plenitud de su amor. Debemos volver de vez en vez a nuestras fuentes, a la intuición primera de los fundadores de este movimiento, para renovar y alimentar nuestra existencia cristiana de matrimonios.

También parecería que, puesto que la gran mayoría de los cristianos optan por la vida matrimonial, el cultivo de una espiritualidad conyugal es algo ordinario en la Iglesia, asumido y vivido con naturalidad por los matrimonios cristianos. Sabemos que no es así en buena medida. También desearíamos que fuera no sólo objeto constante de la preocupación pastoral de la Iglesia, sino que también estuviera asumida como fuente demostrada de fecundidad evangelizadora. Pero no. La reflexión teológica y la puesta de manifiesto de una espiritualidad específicamente conyugal es más bien insuficiente y tardía.

Se nos preguntaba ¿qué es para vosotros la espiritualidad conyugal? Como llevamos ya unos años atareados en esta tarea, teóricamente los cuatro matrimonios del equipo exponíamos lo mismo. Se trata de ser cristianos en unidad, unidos como cónyuges y unidos al amor de Cristo. Pretendemos progresar continuamente en la fe, estar a la escucha y en disposición de seguir la voluntad de Dios para nuestro matrimonio, comprometernos como tal pareja en la misión evangelizadora de la Iglesia. Es vivir el matrimonio con estilo cristiano, encarnando el evangelio en la unidad matrimonial, no por separado. Según palabras del fundador del movimiento, el P. Caffarel, esta espiritualidad permite a los esposos vivir su amor conyugal y su amor a Cristo a través de un solo y mismo amor, y les conduce por un camino de su santidad. Es el Espíritu quien permite a los esposos amarse como Cristo nos amó, y hacer realidad de modo privilegiado su llamada a la unidad. Para vivir esta espiritualidad es necesario encontrarse continuamente con Cristo en la oración conyugal, participar en la Eucaristía con un solo corazón y una sola alma, y en pareja abrir el corazón a las necesidades de la Iglesia y los hermanos.

Ahora bien, otra cosa distinta es que hayamos avanzado gran trecho en esta vivencia conyugal de la espiritualidad. Cierto que no es fácil. No fuimos educados sino para un cristianismo más bien individual. No recibimos una preparación al matrimonio donde esta exigencia imprescindible estuviera presente. Todo el caminar cristiano presenta dificultades, y la vida matrimonial no carece de ellas. Para ese progreso precisamente nos unimos, reflexionamos y oramos en equipo, para ayudarnos mutuamente y hacer camino en comunión. Por eso damos gracias a Dios que nos ha otorgado la gracia de permitirnos valorar y cultivar lo que por siempre será nuestro ser cristiano en alianza conyugal.

Pedimos al Señor que nos ayude a vivir esta espiritualidad, la nuestra, y que su necesidad y fecundidad se hagan cada vez más presentes en el cuidado pastoral de nuestras parroquias.

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