DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA...
Todos los pecadores fueron los autores de la Pasión de Cristo
598 La Iglesia, en el magisterio de su fe y en el testimonio de sus
santos, no ha olvidado jamás que "los pecadores mismos fueron los autores y como
los instrumentos de todas las penas que soportó el divino Redentor" (Catecismo Romano,
1, 5, 11; cf. Hb 12, 3). Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzan a
Cristo mismo (cf. Mt 25, 45; Hch 9, 4-5), la Iglesia no duda en imputar a los
cristianos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad
con la que ellos con demasiada frecuencia, han abrumado únicamente a los judíos:
«Debemos considerar como culpables de esta horrible falta a los que continúan recayendo en sus pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo el suplicio de la cruz, sin ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el mal "crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia" (Hb 6, 6). Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los judíos. Porque según el testimonio del apóstol, "de haberlo conocido ellos no habrían crucificado jamás al Señor de la Gloria" (1 Co 2, 8). Nosotros, en cambio, hacemos profesión de conocerle. Y cuando renegamos de Él con nuestras acciones, ponemos de algún modo sobre Él nuestras manos criminales» (Catecismo Romano, 1, 5, 11).«Y los demonios no son los que le han crucificado; eres tú quien con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados» (S. Francisco de Asís, Admonitio, 5, 3).
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo,
el Justo" (Is 53, 11;cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura
como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los
hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36).
San Pablo
profesa en una confesión de fe que dice haber "recibido" (1 Co 15, 3) que
"Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (ibíd.: cf.
también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús
cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8 y
Hch 8,
32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del
Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta
interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27),
luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).
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