El segundo
capítulo sobre el amor humano se desarrolla bajo el título de “LA VERDAD DEL
AMOR, INSCRITA EN EL LENGUAJE DEL CUERPO”. Como el primero, se desarrolla en
dos subcapítulos bajo una cita del libro del Génesis (1,27): a) A imagen de
Dios, y b) Varón y mujer los creó.
Hemos
asistido en las últimas décadas a tal proceso de fragmentación de la persona
humana, que ha devenido necesario retomar la consideración de su unidad para poder reflexionar sobre la naturaleza y
grandeza del amor humano. Por eso, dicen los obispos que “El ser humano es
imagen de Dios en todas las dimensiones de su humanidad” (n. 18). Por lo que no
se puede prescindir de ninguna, bajo el riesgo de mutilar y degradar al ser
humano. Por tanto, cuando del ser personal se desgaja una parte, bien seguro
que va a ser para destruir ésta bajo pretextos muy bien presentados pero
también muy nocivos. Ejemplos conocemos todos.
Así, “el
cuerpo es la persona en su visibilidad”,
por lo que “relacionarse con el cuerpo es hacerlo con la persona: el
cuerpo humano está revestido de la dignidad personal” (n. 19). El ser humano es
cuerpo y espíritu, es una totalidad personificada.
Ahora bien,
precisamente por ello, el ser humano no tiene otra posibilidad que existir que
como hombre o mujer. Es, en su
totalidad, masculino o femenino: “La dimensión sexuada, es decir, la
masculinidad o feminidad, es inseparable de la persona…Es el modo de ser de la
persona humana… Es la persona misma la que siente y se expresa a través de la
sexualidad” (n. 20).
Este ser
hombre y mujer es el que reproduce la imagen del Creador, y es en tal ser donde
recibe la llamada divina al amor. “La sexualidad humana, por tanto, es parte
integrante de la concreta capacidad de amor inscrita por Dios en la humanidad
masculina y femenina” (n. 21).
Precisamente
en esa diferenciación sexual se realiza plenamente la esencia humana. El hombre
y la mujer necesitan otro “yo” para realizarse, deben ser “para alguien”, que
le complementa. Porque “solo el amor de comunión personal puede responder a
esta exigencia interior, ya que «el hombre ha llegado a ser “imagen y
semejanza” de Dios no solamente a través de la propia humanidad, sino también a
través de la comunión de las personas» (n. 22).
Así pues, en
la diferencia sexual encontramos expresada la recíproca complementariedad entre
hombre y mujer, y comprobamos que está
orientada a la comunicación: a sentir, expresar y vivir el amor humano,
abriendo a una plenitud mayor. En el n. 23, una afirmación fundamental: “El
sentido profundo de la vida humana está en encontrar la respuesta a esta
palabra original de Dios”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario