martes, 10 de julio de 2012

LA VERDAD DEL AMOR HUMANO... Capítulo II


El segundo capítulo sobre el amor humano se desarrolla bajo el título de “LA VERDAD DEL AMOR, INSCRITA EN EL LENGUAJE DEL CUERPO”. Como el primero, se desarrolla en dos subcapítulos bajo una cita del libro del Génesis (1,27): a) A imagen de Dios, y b) Varón y mujer los creó.

Hemos asistido en las últimas décadas a tal proceso de fragmentación de la persona humana, que ha devenido necesario retomar la consideración  de su unidad  para poder reflexionar sobre la naturaleza y grandeza del amor humano. Por eso, dicen los obispos que “El ser humano es imagen de Dios en todas las dimensiones de su humanidad” (n. 18). Por lo que no se puede prescindir de ninguna, bajo el riesgo de mutilar y degradar al ser humano. Por tanto, cuando del ser personal se desgaja una parte, bien seguro que va a ser para destruir ésta bajo pretextos muy bien presentados pero también muy nocivos. Ejemplos conocemos todos.

Así, “el cuerpo es la persona en su visibilidad”,  por lo que “relacionarse con el cuerpo es hacerlo con la persona: el cuerpo humano está revestido de la dignidad personal” (n. 19). El ser humano es cuerpo y espíritu, es una totalidad personificada.

Ahora bien, precisamente por ello, el ser humano no tiene otra posibilidad que existir que como hombre o mujer.  Es, en su totalidad, masculino o femenino: “La dimensión sexuada, es decir, la masculinidad o feminidad, es inseparable de la persona…Es el modo de ser de la persona humana… Es la persona misma la que siente y se expresa a través de la sexualidad” (n. 20).

Este ser hombre y mujer es el que reproduce la imagen del Creador, y es en tal ser donde recibe la llamada divina al amor. “La sexualidad humana, por tanto, es parte integrante de la concreta capacidad de amor inscrita por Dios en la humanidad masculina y femenina” (n. 21).

Precisamente en esa diferenciación sexual se realiza plenamente la esencia humana. El hombre y la mujer necesitan otro “yo” para realizarse, deben ser “para alguien”, que le complementa. Porque “solo el amor de comunión personal puede responder a esta exigencia interior, ya que «el hombre ha llegado a ser “imagen y semejanza” de Dios no solamente a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas» (n. 22).

Así pues, en la diferencia sexual encontramos expresada la recíproca complementariedad entre hombre y mujer,  y comprobamos que está orientada a la comunicación: a sentir, expresar y vivir el amor humano, abriendo a una plenitud mayor. En el n. 23, una afirmación fundamental: “El sentido profundo de la vida humana está en encontrar la respuesta a esta palabra original de Dios”.

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