¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz!, cantaba el profeta Isaías (52, 7). Qué hermosos los pies, qué bella y grandiosa labor del que anuncia el Evangelio; del que da respuesta fiel al mandato del Señor, que envió a sus discípulos por el mundo a anunciar el Evangelio a todos los hombres (cf. MT 28, 18-20). Es la mejor dedicación, el mayor servicio que podemos dar a la humanidad que comparte camino con nosotros en este tercer milenio. Estamos llamados a pregonar y llevar a todos el amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo.
En este espacio dedicado a la pastoral familiar fijamos hoy nuestra mirada agradecida en la valiosa labor de los agentes que preparan a los novios para celebrar el sacramento del matrimonio y formar una familia cristiana. Están poniendo el cimiento para la construcción de “Iglesias domésticas” que vivan y anuncien el Evangelio, que se realicen en comunión de amor entre sí mismos y con Dios y que sirvan al hombre más próximo con el mayor afecto e integridad. A través de ellas se extenderá en el tiempo y espacio el amor salvador de Dios.
En el día de hoy hemos celebrado un encuentro de carácter formativo de los agentes de pastoral familiar de la zona norte de la diócesis. Hemos reflexionado sobre el amor originario de Dios que todos hemos recibido y cuya plenitud buscamos en el encuentro y la comunión con el otro, hasta descansar finalmente en el amor de Dios que todo lo hace posible. Gracias a todos los que habéis participado en él, y al sacerdote de la Archidiócesis de Valladolid, Fernando García Álvaro, que tan sabiamente ha iluminado nuestra reflexión.
Estuvimos presentes, y podimos disfrutar de una buena charla. El sacerdote que las dió nos transmitió un mensaje apasionante y cálido sobre lo que Dios ha proyectado para el hombre, por medio del amor. Gracias y ánimo.
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