viernes, 27 de noviembre de 2009

Familia, primera educadora (2)

Hace pocas fechas hemos tenido ocasión de asistir a una ponencia del Presidente de Profesionales por la ética, D. Jaime Urcelay, sobre políticas educativas. Ha basado su disertación en documentos plenamente actuales del Papa Benedicto XVI.

Uno de ellos es una Carta a la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, de 21 de enero de 2008. Conviene, y recomendamos, su atenta lectura. El Santo Padre parte de las dificultades para la formación de las nuevas generaciones, constata una auténtica emergencia educativa y, en concreto, un aumento de la exigencia de una educación que sea verdaderamente tal. La solicitan los padres, los profesores, la sociedad en conjunto y los mismos niños y jóvenes.

Queríamos subrayar algunas ideas. En primer lugar, la trascendencia y primacía de la labor educativa de la familia. Esa educación auténtica necesita “la cercanía y la confianza que nacen del amor: pienso en la primera y fundamental experiencia de amor que hacen los niños —o que, por lo menos, deberían hacer— con sus padres”. Indica también que la educación “es fruto de experiencia y competencia, pero se adquiere sobre todo con la coherencia de la propia vida y con la implicación personal, expresión del amor verdadero”.

La educación es una tarea compartida. Se refiere a la responsabilidad educativa del que educa y del educado. Esa responsabilidad es “en primer lugar, personal; pero hay también una responsabilidad que compartimos juntos, como ciudadanos de una misma ciudad y de una misma nación, como miembros de la familia humana y, si somos creyentes, como hijos de un único Dios y miembros de la Iglesia. De hecho, las ideas, los estilos de vida, las leyes, las orientaciones globales de la sociedad en que vivimos, y la imagen que da de sí misma a través de los medios de comunicación, ejercen gran influencia en la formación de las nuevas generaciones para el bien, pero a menudo también para el mal”.

Termina la carta haciendo una llamada a la esperanza, esperanza que se dirige a Dios, pero que no es solamente una esperanza para nosotros, sino siempre una esperanza para los demás.Proseguiremos más adelante estas reflexiones, para desde ellas volver la mirada a la realidad de nuestra sociedad. En esta búsqueda puede seguirse un debate interesante (y algunos videos) sobre estas cuestiones.

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