miércoles, 11 de noviembre de 2009

LA FAMILIA, EVANGELIZADORA

Cristo es nuestro Evangelio, la Buena Noticia que ha de llegar a todos los hombres. Esta es la misión que Él ha confiado a la Iglesia, en la que está presente y actuando por su Espíritu, a través de todos los bautizados.

En Jesucristo se ha manifestado y hemos conocido el proyecto de amor que el Padre ha concebido para el hombre desde toda la eternidad. Dios, que es amor, que es comunión de las tres divinas personas, tiene convocado al hombre y la mujer a participar de su mismo ser en comunión y a llevar a la gran familia de la humanidad a constituirse en su Reino.

En este proyecto de amor, el matrimonio y la familia juegan un papel trascendental. Es en la complementariedad de hombre y mujer, en su plena realidad de tales, como se manifiesta esa universal vocación al amor y a la comunión. Por eso, la familia es también evangelio, buena noticia para la humanidad.

La Iglesia siempre ha considerado entre sus prioridades el atender a la evangelización de la familia. Es el modo normal en el que el hombre realiza su proyecto vital, y es en familia como la Iglesia se encuentra al hombre. Eso es la pastoral familiar. Trata de llevar a las familias la “vida en abundancia” que se nos regala en el Señor Jesús.


Pero no sólo es eso. Aunque sea una preocupación pastoral más bien reciente, la Iglesia es consciente de que la familia es también evangelizadora. Por su participación en la vida y misión de toda la Iglesia, las familias deben constituirse en testigos de Jesucristo, en anuncio de la Buena Nueva. Y eso lo consigue siendo lo que es, comunidad de vida y amor, y actuando como tal, mediante su misma vida de familia. Es decir, que la familia no sólo es objeto sino también sujeto de la evangelización. Es Cristo mismo en definitiva quien se da a conocer por medio de las familias que viven y muestran en sí mismas el amor de Dios.

De este modo, necesariamente tan sintético, queríamos ofrecer el eje o el fundamento de lo que pretende este espacio. Ojalá, cada vez más, la familia se haga consciente y responsable de la importante misión que tiene en la Iglesia y del amplio campo que se le abre para desarrollarla: su propia casa, la parroquia, el ambiente social, el colegio…

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